martes, 26 de julio de 2011

Una mirada histórica al sistema de marcación en la Lexicografía española Parte II


El antecedente histórico para incluir un sistema de marcas en los diccionarios se encuentra en un criterio didáctico con el que se busca clasificar las palabras para describir su correcto uso a fin de decodificarlas de manera eficiente en el texto. Este criterio tuvo su origen en los manuales de enseñanza de latín.

Aunque el primer diccionario escrito en español fue publicado en 1611 hay antecedentes que sirvieron de base tanto al desarrollo de la lexicografía moderna española como a la elaboración de obras de mayor envergadura. Entre estos antecedentes y quizá de los más notables cuentan las obras escritas por Elio Antonio de Nebrija, estudioso de las lenguas clásicas y profesor de humanidades, quien tuvo gran interés en mejorar la enseñanza del latín y para ello escribió en 1492 el Lexicon hoc est Dictionaium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino-español y el Dictionarium hispanumlatinum o Vacabulario español-latino, publicado aproximadamente en 1495. Ambas obras se toman como antecedentes de los diccionarios modernos ―aunque estén más cerca de la tradición medieval y sean monolingües en latín―, porque sus entradas incluyen explicaciones sobre el uso normativo de esas unidades léxicas que recoge y porque Nebrija, para describir el léxico, distingue cinco tipos de vocablos: oscos, antiguos, nuevos (los peregrinos) y bárbaros (los extranjerimos) lo que antecede magníficamente el sistema de marcación usado posteriormente en los diccionarios modernos.

Un siglo más tarde se inicia en España la Lexicografía moderna con la elaboración de materiales destinados a describir el léxico propio de una lengua ya establecida. Sebastián de Covarrubias publica en 1611 el Tesoro de la lengua castellana o española, obra considerada como el primer diccionario monolingüe general de la lengua española. Como elemento característico de este diccionario, y de los que le continuarán, ―con respecto al sistema de marcas del diccionario― está el dar cuenta de la etimología de cada unidad léxica «el Tesoro surge con la finalidad erudita de construir un repertorio alfabético de las etimologías del español, en emulación de lo que para la lengua latina había hecho San Isidoro» (Medina Guerra Antonia: 221). Así la etimología es otro elemento que se sumará en adelante a la descripción del signo lingüístico que se quiere describir junto a las aportaciones hechas por Nebrija: explicaciones normativas que derivarán en marcas de tipo morfológicas y clasificaciones del tipo de lema según la diacronía de las mismas.

Un siglo más tarde, en 1713, se funda la Real Academia de la Lengua con el objetivo de elaborar el Diccionario de la Lengua Española. La academia asume como filosofía el cuidado del idioma, a fin de estabilizar la lengua española por medio del registro de sus voces en el diccionario, para así perpetuarla e institucionalizarla de manera definitiva. La idea del marqués de Villena, fundador, es que la lengua española logre la plenitud y para ello considera necesario que sea «limpia», quede «fijada» y continúe con el «esplendor» alcanzado. Bajo esta filosofía en 1729 se publica el primer tomo del Diccionario de Autoridades, primer diccionario de la lengua española, elaborado con los elementos de la tradición clásica, la tradición del humanismo y la innovación del siglo xviii, con esta fundamental obra se inicia la tradición o el intento de que los diccionarios sean meramente lingüísticos.

Para 1780 la Academia decide hacer un diccionario en un tomo, para lo que se toma el contenido del Diccionario de Autoridades y le son eliminadas las citas. Como aspecto fundamental para el tema aquí tratado está el que en este diccionario se incluyan abreviaturas que venían a resumir de manera sistemática información contenida en Autoridades, la cual debía resumirse para ahorrar espacio y lograr el objetivo, publicar un diccionario en un tomo. Estas abreviaturas vinieron a sistematizar la información del signo palabra contenida en el primer enunciado de la definición. Ya Autoridades contenía abreviaturas, aunque sumaban someramente la veintena y el diccionario usual introduce una centena, comenzando a tomar así esta obra las características que hoy día tiene el Drae. 

De estos antecedentes se entiende que la información contenida en el primer enunciado del artículo lexicográfico, esto es, información gramatical, especificidad técnicas, origen de la palabra, información diacrónica e incluso diatópica ha surgido de la enseñanza de la lengua y de los diversos intentos de hacer un diccionario de la lengua española. Esa información ya inherente a un diccionario es un aspecto fundamental de este tipo de obras de consulta.

lunes, 25 de julio de 2011

Una mirada histórica al sistema de marcación en la Lexicografía española Parte I


Los usuarios del diccionario encuentran en estas obras todo un conjunto de abreviaturas y símbolos que muchas veces no saben para qué funcionan o qué significan. Esta información se conoce como el sistema de marcación del diccionario, aparece generalmente junto a la palabra o signo lingüístico a definir. De ese signo lingüístico el diccionario ofrece dos informaciones lo que la palabra es en cuanto a signo o primer enunciado (Manuel Seco, 2003) y lo que la palabra es en cuanto a sema o significado o segundo enunciado (Manuel Seco, 2003). El sistema de marcas se encuentra en el primer enunciado. Pero estas marcas no aparecieron en los diccionarios de forma orgánica y establecida, las mismas son producto de una larga reflexión lexicológica y ejercicio lexicográfico cuya historia será presentada en esta edición por entregas: Una mirada histórica al sistema de marcación en la Lexicografía española.

Antecedentes
Durante la Edad Media la enseñanza de la lengua pasaba por el estudio de la gramática e interpretación de los textos clásicos fundamentales. Para comprender el léxico y las estructuras gramaticales de estos textos, se hacían glosas, anotaciones que explicaban las palabras y los fragmentos contenidos en ellos ―en principio en latín y posteriormente en romance―, para facilitar su comprensión. En un principio estas explicaciones se añadían a los márgenes del texto, pero con el paso del tiempo las glosas pasaron a conformar listas independientes, dando paso así al nacimiento de un género: los glosarios, importantes fuentes de consulta durante toda la Edad Media.
Los glosarios no versaron únicamente sobre palabras encontradas en los textos literarios clásicos, sino en todo tipo de textos y de a poco estos materiales didácticos pasaron a escribirse en lenguas vernáculas. Durante el siglo XIII el castellano se convierte en la lengua oficial de las actividades públicas y culturales, siendo la lengua usada por la Cancillería y también en la producción de textos literarios, tómese por ejemplo los textos épicos como el cantar de Mio Cid.
Es este contexto lingüístico fundamental para los orígenes de la lexicografía española puesto que al tomar el castellano tal lugar, da paso a actividades culturales que afianzarán aún más la lengua en el territorio ibérico y con ello su interpretación. Durante este siglo la actividad traductora es de gran importancia para la lengua española, en Toledo se instaura la Escuela de Traductores para interpretar textos de diversa índole y contenido, escritos en latín y en árabe. Las traducciones se hacían del árabe al romance y de éste al latín, en ese proceso la necesidad de claridad expositiva y total comprensión de los términos especializados contenidos en las obras engrosa la importancia de los glosarios, haciéndose habitual la elaboración independiente de compilaciones de voces técnicas y científicas monolingües, vinculadas a un determinado texto vernáculo de léxico muy especializado.
Llegado el Renacimiento y el Humanismo, los glosarios fueron suplantados por los diccionarios obras más globales cuyo objetivo sería divulgar el saber, libros que también contenían un listado de palabras pero que, a diferencia de sus antecesores, estaban escritos en lenguas vernáculas y además contenían explicaciones y citas acerca de aquellas palabras que se querían divulgar. El lazo que une a ambos tipos de libros es didáctico, son obras fundamentales en la interpretación de textos, cuya utilidad reside en decodificar un significado desconocido. El cambio de glosarios a diccionarios se entiende en el contexto histórico del humanismo, época en que la aparición de la imprenta, el afán de conocimiento y el interés por un mundo vinculado al desarrollo de las lenguas nacionales y a la inquietud por su origen y estabilidad, se conjugan con el desarrollo de las ciencias y la preocupación por las innovaciones técnicas.

sábado, 31 de enero de 2009

Lo que esperamos de un diccionario


Por lo general al comprar un diccionario esperamos que nos sirva para todos los casos, la visión más ortodoxa que se tiene de un diccionario es que se trata de un libro que puede resolver todas nuestras dudas y que nos sirve para toda la vida. Pero ¿es esto realmente posible?, al considerar el diccionario como un libro, caeríamos inmediatamente en cuenta: uno sólo no basta. Quien gusta de la narrativa, la poesía o el ensayo no se preguntaría ¿cuántos libros haría falta tener? Entonces, ocurre que le exigimos al diccionario demasiadas funciones, sin siquiera preguntarnos por la fecha de publicación de la obra, lo que no haríamos si se tratara de un ensayo sobre política o ciencias de la comunicación, por ejemplo.
Habría que plantearse cuál es el uso de un diccionario, es decir, para qué lo necesitamos, antes de caer seducidos ante el cintillo que envuelve el diccionario gritando: “reedición con más de 50.000 palabras agregadas”. Así comenzaríamos a entender que no existe un diccionario idóneo, útil en y para todos los casos. Aunque en principio el diccionario sea una obra de consulta, no todos los diccionarios son iguales y según sea el objeto de nuestra duda, o bien nuestro trabajo con el idioma, requeriremos un tipo de obra y no otra, y en el mejor de los casos diversos diccionarios.
Quienes elaboramos diccionarios consideramos diversos aspectos al editar una nueva obra e incluso al reeditarla. Entre estos está la vigencia o bien la temporalidad del conocimiento registrado. Todo diccionario registra el léxico de los usuarios de la lengua en un momento dado, en una determinada época, por lo que de poco le servirá a un usuario interesado en el léxico usual un diccionario publicado hace más de cincuenta años. Si, por ejemplo, el usuario quisiera resolver su duda sobre si se escribe “manager” o “mánager” lo más probable es que no encuentre este término registrado en un diccionario publicado hace medio siglo. Lo mismo ocurriría con un usuario interesado en la evolución o en la historia de las palabras. Por otra parte, al elaborar un diccionario, cuya ambición es aclarar dudas de la lengua, ha de existir un límite en el repertorio, por lo que aun siendo una obra abarcadora, no abarcará todo el léxico de un idioma. Eso sin considerar que, además, un idioma tiene variantes, piénsese en una lengua como el español que cuenta con más de cuatrocientos millones de hablantes.
Los lexicógrafos, lingüistas y editores que participan en la elaboración de diccionarios han de tener en mente no sólo el público al que va dirigida la obra, y el uso que harán de la misma, sino el enfoque que tendrá ese léxico escogido, es decir, bajo cuáles criterios será descrito: gramático, descriptivo, usual, fraseológico.
Si al escoger un diccionario valoramos, no solo la cantidad de palabras que contiene y el tipo de información que ofrece, sino también la calidad de las definiciones, la información gramatical, la información de uso de las palabras, los ejemplos contenidos en las definiciones, ello nos permitirá evaluar la utilidad de la obra, la vigencia e incluso la ideología subyacente en la misma. Son pues múltiples las opciones en la escogencia de diccionarios, puesto que su finalidad última es aclarar dudas. Para hacer un buen diccionario, así como para editar un buen libro, ha de saberse hacia dónde se va y en el caso de los diccionarios para qué se usará.

lunes, 24 de marzo de 2008

¿Tiene el lexicógrafo identidad?


El trabajo lexicográfico registra y describe las voces de una lengua y sus variantes. El lexicógrafo logra esta tarea a partir del conocimiento de la lengua y su estructura. Sin embargo, el trabajo del lexicógrafo debe (y no es una suposición) tener una identidad, que está en la facultad crítica para aprehender y comunicar los significados de las voces de una lengua.

Esta facultad crítica hace del lexicógrafo aquel especialista del lenguaje que estudia la lengua como un sistema de comunicación cultural, y que busca comunicar a un público lector los significados y usos de las voces de una o más lenguas.

El lexicógrafo con facultad crítica cuidará que en la microestructura del diccionario el sesgo ideológico de la redacción no aparezcan prejuicios sexistas, sociales, culturales y de toda índole, como ha ocurrido en aquellos diccionarios que no han sido trabajados ni con rigor científico ni con una visión crítica del trabajo del lexicógrafo.

La identidad del lexicógrafo está pues en la facultad y actitud crítica que lo hace estar atento al mundo y actualizado en el uso de la lengua, saber a quién va dirigida la obra y tener siempre en cuenta la responsabilidad para con el lector, destinatario último de este libro tan particular donde encontramos los conceptos del mundo.

martes, 18 de diciembre de 2007

Diccionario historico de la lengua española


La Real Academia Española prepara el Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHLE), obra fundamental para el conocimiento de la lengua. Los lemas que integrarán esta publicación están documentados en el Corpus diacrónico del español(Corde), que cuenta con más de trescientos millones de registros léxicos desde los orígenes hasta 1975, y en el Corpus de referencia del español actual (Crea), que registra unos cincuenta y cinco millones de registros léxicos recogidos en los últimos treinta años.

La idea de este proyecto lexicográfico, además de documentar la lengua española, es incluir el trabajo de expertos filólogos y lexicógrafos que puedan aplicar los avances de la lingüística y las nuevas técnicas filológicas, dando coherencia a la selección de las entradas y a la descripción de los artículos que integran este diccionario.

La obra está bajo la dirección de José Antonio Pascual, filólogo y lexicógrafo, quien fue elegido recientemente vicedirector de la Real Academia española. La obra se presentará por Internet, permitiendo que los especialistas puedan consultarla y ayuden a mejorarla con sugerencias y revisiones de los artículos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Samuel Johnson. Autor del Dictionary of the English Language



Samuel Johnson Fue un hombre del siglo XVIII, de padre librero cuyos libros influenciaron en el estilo y forma de definir la realidad de Johson. Hombre brillante y excéntrico que cursó estudios en la Universidad de Pembroke, Oxford y que no los culminó. Luego de trabajar como profesor y organizar su propia escuela, se dedicó a ser gacetillero en la revista Gentleman's Magazine. Posteriormente se residenció en Londres, lugar y época en que se destacó como poeta, crítico y ensayista. Creó su propia revista, llamada The Rambler.
A mediados de siglo comenzó atrabajar en la redacción del Dictionary of the English Language, el cual le fue encargado por unos libreros de Londres, luego de más de ocho años de trabajo, finalmente el diccionario fue publicado en 1755. La obra contiene 40.000 entradas, acompañadas de definiciones gráficas, citas y ejemplos.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Inauguración del Centro de Estudios de la Real Academia

Recibí por correo electrónico un artículo llamado "De la Vega inaugura el Centro de Estudios de la Real Academia, ideado para consolidar al español como lengua de futuro", publicado en Siglo XXI . En el que se reseña la inauguración de este centro de estudios, cuyo propósito es promover la lengua española y concretar la publicación de diversos diccionarios.

Este centro asocia al Instituto de Lexicografía, el departamento de Español al Día, la Fundación Rafael Lapesa, los departamentos de Informática y Lingüística computacional y la Escuela de Lexicografía Hispánica.

Se estima que el centro albergue a unos ochenta trabajadores especialistas, permitiendo así que la sede de la Academia, ubicada en la calle Felipe IV haya espacio para miembros de otra Academias iberoamericanas.
Foto: Cándida Höfer.
Biblioteca de la Real Academia de la Lengua,
Madrid I, 2000. Nº Edición 6/6.