Los usuarios del diccionario encuentran en estas obras todo un conjunto de abreviaturas y símbolos que muchas veces no saben para qué funcionan o qué significan. Esta información se conoce como el sistema de marcación del diccionario, aparece generalmente junto a la palabra o signo lingüístico a definir. De ese signo lingüístico el diccionario ofrece dos informaciones lo que la palabra es en cuanto a signo o primer enunciado (Manuel Seco, 2003) y lo que la palabra es en cuanto a sema o significado o segundo enunciado (Manuel Seco, 2003). El sistema de marcas se encuentra en el primer enunciado. Pero estas marcas no aparecieron en los diccionarios de forma orgánica y establecida, las mismas son producto de una larga reflexión lexicológica y ejercicio lexicográfico cuya historia será presentada en esta edición por entregas: Una mirada histórica al sistema de marcación en la Lexicografía española.
Antecedentes
Durante la Edad Media la enseñanza de la lengua pasaba por el estudio de la gramática e interpretación de los textos clásicos fundamentales. Para comprender el léxico y las estructuras gramaticales de estos textos, se hacían glosas, anotaciones que explicaban las palabras y los fragmentos contenidos en ellos ―en principio en latín y posteriormente en romance―, para facilitar su comprensión. En un principio estas explicaciones se añadían a los márgenes del texto, pero con el paso del tiempo las glosas pasaron a conformar listas independientes, dando paso así al nacimiento de un género: los glosarios, importantes fuentes de consulta durante toda la Edad Media.
Los glosarios no versaron únicamente sobre palabras encontradas en los textos literarios clásicos, sino en todo tipo de textos y de a poco estos materiales didácticos pasaron a escribirse en lenguas vernáculas. Durante el siglo XIII el castellano se convierte en la lengua oficial de las actividades públicas y culturales, siendo la lengua usada por la Cancillería y también en la producción de textos literarios, tómese por ejemplo los textos épicos como el cantar de Mio Cid.
Es este contexto lingüístico fundamental para los orígenes de la lexicografía española puesto que al tomar el castellano tal lugar, da paso a actividades culturales que afianzarán aún más la lengua en el territorio ibérico y con ello su interpretación. Durante este siglo la actividad traductora es de gran importancia para la lengua española, en Toledo se instaura la Escuela de Traductores para interpretar textos de diversa índole y contenido, escritos en latín y en árabe. Las traducciones se hacían del árabe al romance y de éste al latín, en ese proceso la necesidad de claridad expositiva y total comprensión de los términos especializados contenidos en las obras engrosa la importancia de los glosarios, haciéndose habitual la elaboración independiente de compilaciones de voces técnicas y científicas monolingües, vinculadas a un determinado texto vernáculo de léxico muy especializado.
Llegado el Renacimiento y el Humanismo, los glosarios fueron suplantados por los diccionarios obras más globales cuyo objetivo sería divulgar el saber, libros que también contenían un listado de palabras pero que, a diferencia de sus antecesores, estaban escritos en lenguas vernáculas y además contenían explicaciones y citas acerca de aquellas palabras que se querían divulgar. El lazo que une a ambos tipos de libros es didáctico, son obras fundamentales en la interpretación de textos, cuya utilidad reside en decodificar un significado desconocido. El cambio de glosarios a diccionarios se entiende en el contexto histórico del humanismo, época en que la aparición de la imprenta, el afán de conocimiento y el interés por un mundo vinculado al desarrollo de las lenguas nacionales y a la inquietud por su origen y estabilidad, se conjugan con el desarrollo de las ciencias y la preocupación por las innovaciones técnicas.